Esa fue (ha sido) la simple pero gigante “innovación” que Árboles Mágicos atendió hace 14 años cuando inició.

Una explosión de color sincronizada, en muchos casos masiva, de cientos o miles de árboles.

Cómo no detenerse a admirar, a sentir, a curiosear, dejarse ir tanto hasta volcarse al mundo interno, encontrar un espacio donde esas flores emanan del centro del pecho.

Descubrir cómo el llamado interno cobra vida, a través de un momento de pausa significativa.

Para muchos el primer paso para contemplar, o meditar con los ojos abiertos.

Las floraciones de un árbol, si nos permitimos apreciarlas pueden ser un restaurador de atención, en un contexto donde la experiencia humana es bastante dispersa, nos permite recuperar el foco, y dar un paso a redescubrir la Presencia.

Nos encanta decir que en Árboles Mágicos no sembramos árboles, generamos un cambio cultural que nos reconecte con la naturaleza.

Con nuestra
NATURALEZA INTERNA.